Me estoy acordando menos de lo esperado de los bares y los clubs de Berlín de lo que creía. Es decir, he ido a algún club en Madrid y no me lo he pasado muy bien, aunque la sesión del Elástico de hace un par de semanas me gustó bastante; pero tener miles de opciones para escoger y la duda de la gente a la que te encontrarás en función de si vas a un sitio o a otro en Madrid no se conoce muy bien.
De todas formas, como decía, no me obsesiona mucho pensar que el viernes pasado me perdí London Calling por primera vez en muchos meses o que este viernes me perderé Magnet o que no hay ningún sitio para desfasar tan guay como Berghain o el 25. Bueno, mejor no pensar mucho.
Pero lo que echo de menos de verdad, verdad, son los parques. La sensación de tener un sitio agradable en el que sentarte sin tener que pagar nada, y poder abrir una botella de vino con tus amigos o con tu pareja sin miedo a que aparezca la pasma y te ponga una multa de nosecuántos euros.
En Madrid no hay parques. Puedes andar durante horas sin encontrar un sitio agradable para sentarte. Porque no consideramos ese centro de trapicheos varios, costo para arriba, costo para abajo, llamado Retiro «un lugar agradable en el que sentarte», ¿verdad? Quizá lo más parecido que pueda mencionar sea el Palacio de Oriente, pero el concepto es totalmente diferente. Nadie se sienta sobre la hierba, no es tan grande y la presencia de un parque en cada barrio por el que pasear o hacer una barbacoa, no existe.
Intentaré concentrarme en la idea de que sentarse en el Volkspark de Friedrichshain, con la rasca que tiene que hacer, igual no es una buena idea.